Creo que no hay mejores palabras que describan lo que la ermita de Santa Cecilia provoca que aquellas que escribió Miguel Ángel García Guinea la primera vez que la vio “me di de bruces con una pequeña iglesia románica, que aparecía casi en equilibrio sobre otra roca y que tenía su muro norte, todo de sillería, completamente caído hasta sus cimientos. La emoción fue tan fuerte que lo mismo podía ponerme a llorar que a cantar. El sol, paciente y radiante, la iluminaba desde el presbiterio, dejándola tan exageradamente desnuda y rota que no pude contener mi admiración y me oí exclamando en voz alta: ¡Que maravilla!.”

De la historia de Vallespinoso se sabe muy poco, la primera referencia la encontramos en el Becerro de las Behetrías donde se nos habla de Don Tello como señor del lugar. De su iglesia podemos decir que no fue hasta la “Estadística de la Diócesis de Palencia” de 1345 cuando se cita por primera vez.

La ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar es el ejemplo románico más original de Palencia y quizás de Castilla-León. Tras subir un empinado camino y pasar un arco, que en otro tiempo debió de impedir la entrada, llegamos a una de las partes principales de este templo: su bella portada. Los años y el hombre no han hecho justicia con tal muestrario iconográfico, pero a pesar de lo maltratadas de las figuras aún se puede ver la magnifica calidad de los capiteles, entre los que destacan una “Psicostasis” con su escena de San Miguel y el demonio pesando el alma, una representación de San Pedro con las llaves y tal vez el único calendario agrícola en piedra que queda en Palencia.